Arturo Pérez-Reverte, Corsarios de Levante"La noche era bermeja, con el Vesubio tiñendolos todo desde la distancia con aquella luz indecisa, fantasmal, que volvía rojiza hasta la claridad de la luna que se alzaba en el lado opuesto de la ciudad. El relieve y las sombras de Nápoles, sus edificios, alturas y torres, la tierra y el mar, quedaban así extrañamente iluminados desde dos puntos distintos, desquiciadas las sombras, creando un paisaje irreal como el de los lienzos que Diego Alatriste había visto arder, fuego real sobre el fuego pintado, durante los saqueos de Flandes".
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